El pasado mes de mayo se conmemoró el Día Internacional de la Higiene Menstrual y, si bien se ha avanzado
El pasado mes de mayo se conmemoró el Día Internacional de la Higiene Menstrual y, si bien se ha avanzado en brindar apoyo y acompañamiento a las niñas, adolescentes, mujeres y personas menstruantes con el fin de que tengan mejores condiciones durante sus ciclos, aún hay millones de ellas en Latinoamérica que viven en medio de la pobreza menstrual.
La pobreza menstrual —es decir, la falta de acceso a productos de higiene, educación adecuada y servicios de saneamiento básico— no es solo una cuestión de salud pública, sino una manifestación persistente de la desigualdad social, económica y de género que viven los países de la región.
Según datos de UNESCO y UNICEF, alrededor del 25% de las adolescentes en la región ha faltado a la escuela durante su menstruación por no contar con productos adecuados o instalaciones seguras. Esta ausencia sistemática no solo afecta su rendimiento escolar, sino también su autoestima, salud mental y perspectivas de futuro.
En el caso de Colombia, la pobreza menstrual es una realidad que afecta a muchas mujeres. De acuerdo con el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), el 15.1% de las mujeres en el país han tenido problemas para conseguir los productos que necesitan durante su menstruación por falta de dinero.
Además, es una barrera estructural que profundiza la desigualdad de género y limita las posibilidades de desarrollo personal y profesional de millones de niñas y mujeres. Esa exclusión cotidiana tiene un costo colectivo: frena la productividad, reduce la participación femenina en la economía formal y debilita el crecimiento económico de Latinoamérica.
En un enfoque de Diversidad, Equidad e Inclusión (DEI), la pobreza menstrual evidencia brechas estructurales que golpean con mayor fuerza a grupos históricamente marginados: mujeres indígenas, afrodescendientes, personas trans, habitantes de zonas rurales o barrios periféricos. La falta de infraestructura sanitaria y de productos seguros y sostenibles impacta directamente en su bienestar integral y su participación plena en la sociedad.
Más allá de ser un tema de acceso, la pobreza menstrual es un llamado a la acción global, y es clave que todos los involucrados e interesados en el tema se aseguren de que la conversación trascienda, movilice y, finalmente, impulse soluciones efectivas. La menstruación no debería ser una barrera y es responsabilidad de la sociedad, especialmente los gobiernos y autoridades en la materia, romper el silencio, respaldar a quienes lideran este cambio y alzar su voz para impulsar la equidad menstrual.
Latam Intersect PR, agencia de relaciones públicas a nivel Latinoamérica y firmante del Pacto ONU Mujeres, manifiesta que hablar abierta y empáticamente sobre la menstruación es un paso indispensable hacia la equidad. De igual forma, apoya las iniciativas que distribuyen productos menstruales reutilizables, promueven una educación menstrual libre de estigmas y exigen políticas públicas que garanticen dignidad para todas las personas.
“La comunicación tiene el poder de transformar realidades, y en temas tan urgentes como la pobreza menstrual en Latinoamérica, su impacto puede ser monumental. Las marcas y empresas, al amplificar estas conversaciones, tienen la oportunidad de liderar un cambio cultural profundo. En lugar de ver esto como una causa aislada, debemos abordarlo como una oportunidad estratégica para conectar con las audiencias de manera auténtica y generar un impacto genuino”, afirmó Claudia Daré, empresaria, Top Women Awards 2025 (en categoría Business Entrepreneur) y Directora de Latam Intersect PR.
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